A comienzos del siglo XX, más de 70.000 ponis vivían bajo tierra.

A comienzos del siglo XX, más de 70.000 ponis vivían bajo tierra.



Trabajaban en las minas de carbón de Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. Pequeños, resistentes, dóciles… ideales para arrastrar los pesados vagones llenos de mineral por los túneles estrechos y húmedos.

Pero no era un trabajo. Era una condena de por vida.

Muchos de ellos nacían bajo tierra, vivían bajo tierra… y morían bajo tierra, sin conocer jamás la luz del sol. Sus cuerpos se adaptaban a la oscuridad, y sus ojos se volvían inútiles ante la luz natural.

En las minas del este de Canadá, se cuentan historias tristes. Cuando un poni era llevado a la superficie, no podía ver el cielo. Se agitaba, se asustaba, se quedaba ciego. Porque había pasado tanto tiempo entre sombras que la luz le resultaba insoportable.

Fueron trabajadores invisibles, en una época donde los animales también eran herramientas.

Ninguno recibió un monumento.

Pero cada vez que encendemos una luz, es justo recordar que no todo el progreso fue humano…
Algunos pasos en la historia los dieron pezuñas pequeñas que nunca aprendieron a mirar hacia arriba.

#Cárdenasaldia

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Cardenas al Dia

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